La fuente. Jean Auguste Dominique Ingres. 1856 |
Nos trasladamos a mediados del s. XVIII para hacer una revisión del Neoclasicismo, movimiento artístico unido a la Ilustración.
El arte neoclásico -movimiento de ideología burguesa- surge como reacción a la frivolidad del aristocrático rococó. Se asocia a los principios intelectuales de la Ilustración, comenzando en la rama filosófica y transmitiéndose posteriormente a toda la cultura (pintura, escultura, arquitectura...). Aparte de la filosofía, las artes sobre las que más repercusión tiene son la escultura y la arquitectura, ya que el Neoclasicismo se inspira, como su propio nombre indica, en el mundo clásico griego y romano y, por tanto, cuenta con más ejemplos para imitar que la pintura -la ejemplificación de la época clásica es prácticamente nula-. El Neoclasicismo desaparece en 1820 arrollado por el Romanticismo y su avance revolucionario.
Racionalidad, claridad, sencillez, equilibrio... son algunos de los principios de la Ilustración trasladados al lenguaje pictórico. La pintura neoclásica se caracteriza por un contraste violento en la luz y la sombra utilizando infinidad de matices y tonalidades de cada color para tales efectos. También se puede ver claramente una exaltación del color, predominante sobre el dibujo, y la omisión de las líneas de dibujo que son sustituidas por pinceladas sueltas de color.
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La muerte de Viriato. José de Madrazo. 1807 |
Los grandes pintores neoclásicos son en su mayoría franceses (Jacques Louis David, Jean Auguste Dominique Ingres, Antoine-Jean Gros -discípulo de Louis David-, François Gérard...). En el resto de Europa fueron menos numerosos, pero no por ello menos importantes (Anton Raphael Mengs -Alemania-, José de Madrazo y Juan Antonio Ribera -España-, los británicos Gavin Hamilton y Nathaniel Dance, Angelica Kauffmann -Suiza- o Andrea Appiani y Vincenzo Camuccini -Italia-).
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